domingo, 1 de abril de 2012

No entiendo al tiempo que canta y a veces gime cerca a los oídos, se acelera y acaba con los pensamientos, da la paz y la muerte en un solo trazo en la obscuridad. Se acaba y empieza, vuelve a acabarse y tarda en empezar nuevamente. Como si los pasos marcasen el camino y el camino llevase a algún lugar. No existe sentido ni dirección. Se acaban los versos y empieza la prosa agrietada.

Y se esconde el silencio porque sabe que los gritos se ahogan a si mismos y no necesita existir, se ve al espejo sin entender que hay del otro lado, pues ha sabido aniquilarse para callar y callarnos las manos. Y ahora dejan de moverse... (...) ...para revivir de entre letras que alguna vez brotaron del grito, del susurro, del suplicio... De mí.

Explota porque existen, duerme porque se van y muere porque ya no tiene razón de respirar.

Se acaban las letras, puntos y comas, las formas más sutiles se acercan y logran arrancarme la lengua... Me escondo, pero es en vano... Me encuentran porque no me buscan y se pierden porque no existo... Y veo que el camino lleva a alguna parte que no existe, y se vuelve el fin del espacio. Ahora desaparecen los pasos y no llego hasta el fin, no encuentro dirección, doy vueltas para no saberme perdido y me encuentro porque no sé escapar.

Duele, pesa, cruje y respira para terminar matándome lentamente, para dejarme nuevamente postrado en el más inmundo de los mundos. Se acaban las letras y yo no siento mis sentidos, solo sé que mueren conmigo.