jueves, 29 de marzo de 2007

La Noche Hasta la Muerte de mi "VOCA"

Ahora sabes que me encierro entre paredes que se acercan y se acercan sin sentido a pesar de que no existen. Se que no hay más memoria regada sobre el charco que creé bajo aquel cadalso que ahora aparece cuando me quedo ciego y humano por un dolor que sangra sin sentido.
—Sabes que no hay otra opción que morir de pié y a un metro de mis palabras apolilladas.
—Pero sé también que soy ahora más humano que cuando soñaba que era feliz, que vivía con la ilusión de ser presidente de mis decisiones y ordenar los sentimientos cuando el dolor asqueaba y la alegría me separaba del vacío que fui dibujando con los ojos llorosos y a veces abiertos.
Y se cumple el tiempo suicida, se mueren las esperanzas de perderte entre los susurros de la noche ahora ebria de mi madurez nauseabunda y la luna que cuelga su desnudez tras el cielo adoquinado, perdido, ciego... La decadencia... Ah... La decadencia, como me encanta esa palabra, se escurre entre mi verborrea patética cada vez que me siento frente a los pasos comunes por la calle y los ladridos de las bocas raspadas por el humo que ahora no me deja de doler.
—Sabrás que estás en el filo de la puerta, esperando el adiós desesperado por un beso en la boca y un abrazo que se escurra tras las cortinas de una habitación que nunca sentí.
—Pero también sabré que mi piel se está cuarteando, que las almorranas no dejan de sangrar, que mis ideas se desvanecen y mi poesía se quema entre la basura.
Creo que las cosas cambian sin que me dé cuenta, se ocultan, se vuelven una vez más parte del entendimiento bastardo, la mentira enmarañada con los oídos que me acosan y me arrancan palabras que luego solo vomito. Aquella nausea que me causaron cuando fui humano, cuando me inculcaron el legado hipócrita y sin sentido que llaman lealtad...
Ya no sé, no, no sé más lenguas místicas, ya no sé mirar dentro de la piel, ya no sé oír con las manos, ya no sé llorar sin lágrimas, ya no sé andar sin piernas... Ya no sé crear soledad que se derrame de la mesa cuando se cierran las puertas de madera y se habran las ventanas metálicas que retumban cuando tiembla la noche, cuando se pierde la voz entrecortada con silencios torcidos.
—Creo que las palabras se están perdiendo, me están mintiendo y no soy capaz de sentir la razón que mi vacío encierra.
—Es verdad, la mentira real surcando tu mejilla... La veo! Ya no puedes ocultar tu humanidad lacerante, como la llamaste alguna vez. Te está consumiendo, se enrieda con tu mirada ahora ya ubicua, ahora ya con una causa determinada, con un rumbo que contradice la incertidumbre del paso turbado por la lírica del dolor eterno.
Hoy la noche se pierde entre mis dedos; un día, una hora, un minuto y una lágrima me alejan del pasado, de la memoria anidada entre las grietas de mi techo, aquellas que ya no cuento, aquellas que ahora invaden mi piel y dibujan la vejez de una tristeza y un dolor inalcanzable.
Mueren las memorias escritas sin papel, escritas al rededor del bullicio increpante del día ajeno... Hoy salgo a la noche... Y mi silencio...

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